Si bien es cierto que Grigori Stravinski no consiguió hacer funcionar sus negocios –ni en París ni en Barcelona- sería injusto tachar su vida de fracaso. En primer lugar, porque él nunca persiguió el éxito: parece evidente que cierta ambición y pretensión de triunfar hincharon su espíritu cuando decidió abrir sus dos perfumerías en la capital francesa. Pero esa energía exultante y expansiva que recorrió sus venas antes de abrir sus negocios parece provenir más bien del nacimiento de una nueva ilusión ciega e infantil a la que le traían sin cuidado los resultados.

Es cierto: sus proyectos personales no prosperaron. Pero debemos remarcar que su presencia fue providencial para distintas personas: en lo profesional, para los ya mencionados Beaux y Bakst, pero en lo humano para Proust, el gran duque Dimitri Pávlovich Románov –su primer gran amor- y, sobre todo, para Misia, su infatigable amiga y, seguramente, la persona más importante de su vida.  

Décadas después de su muerte, cuando escogimos el número 5 de la Calle dels Mirallers como local para Parfumerie, hallamos fotografías tomadas por él mismo, bocetos de fórmulas químicas y fragmentos de sus memorias gracias a los que pudimos reconstruir su vida. El descubrimiento del personaje y de su trayectoria vital nos fascinó e inspiró: vimos que su curiosidad infatigable debía estimularnos para encontrar constantemente nuevos cócteles y recetas, y que el rigor y la exactitud con que elaboró sus fórmulas químicas debía recordarnos constantemente que la elaboración de un cóctel debe ser milimétrica y precisa; finalmente, quisimos que su carácter tierno y generoso, casi infantil, se convirtiera en el espíritu de Parfumerie.

La historia de Parfumerie comienza en 2025. Pero su verdadero origen se remonta a un día de julio de 1888.